1. Joropo
2. Suite Infantil (Children’s Suite)
I El Manantial (A Water Spring)
II El Gárgaro (The Tag Game)
III La Rueda (The Wheel Game)
IV El Amolador (The Knife Grinder)
V La Cuna (The Cradle)
VI Los Pájaros (The Birds)
3. Dos Miniaturas (Two Miniatures)
I La Moza de la Herrería (The Girl from the Blacksmith’s)
II El Herrero (The Blacksmith)
4. Serenata al Estilo Español (Serenade in the Spanish Style 3)
5. La Fuente (The Fountain)
6. Playera (By the Sea-Side)
7. Danza Salvaje (Estudio de Concierto) (Savage Dance) (Concert Study)
8. Estampas del Llano (Pictures of the Plains)
Editor: Clara Rodriguez
Joropo played by Clara Rodriguez.
Dos Miniaturas: El Herrero Played by Clara Rodriguez.
Moisés Moleiro – Parte 2
De la serie Tesoros Venezolanos para Piano, Volumen 7 / Venezuelan treasures for Piano Volume 7
Clara Rodríguez, editor. Clifton Edition, casa editorial.
En Moisés Moleiro Parte 1, Volumen 6 de la serie Tesoros Venezolanos para Piano (Clifton Edition), exploramos los primeros capítulos de la vida y la trayectoria musical de Moleiro. Aquí, continuamos profundizando en sus contribuciones al panorama cultural y artístico de Venezuela.
Moleiro encontraba inspiración en la vida cotidiana, en los juegos infantiles y en el espíritu folclórico de sus amadas llanuras venezolanas. Su Suite Infantil, por ejemplo, evoca imágenes vívidas: el fluir del agua, el giro de las ruedas en El Amolador, el cacareo de las gallinas, la serenidad de La Cuna, y los entrañables personajes de su ciudad natal, Zaraza, en el Estado Guárico de Venezuela, donde nació en 1.904.
Entre sus obras más exquisitas para piano se encuentra La Fuente (1934), una impresión musical de la lluvia y el viento, representada a través de arpegios brillantes y melodías delicadamente fluidas y cristalinas
El año 1936 marcó un momento clave en la vida de Moleiro por dos razones importante: obtuvo por concurso la Cátedra de Piano N.º 2 en la Escuela Superior de Música José Ángel Lamas (cargo que ocupó con distinción hasta 1971) y en el mes de diciembre del mismo1936, contrajo matrimonio con Carmen Camero, y juntos se establecieron en la zona de La Candelaria–San Bernardino de Caracas, donde permanecieron hasta 1978. La pareja tuvo cuatro hijos—Moisés (político), Federico (médico y poeta), Germán (abogado) y Carmencita (pianista)
Moleiro compuso más de 200 ejercicios técnicos, muchos de ellos dedicados a sus alumnos, entre los que se incluyen su talentosa hija Carmencita, José Vicente Torres, Abraham Abreu, Hilda Jiménez, Alfredo del Mónaco, José Antonio Abreu (fundador de El Sistema), Rosario Marciano y otros destacados músicos venezolanos.
Su producción vocal también es notable y es interpretada en conciertos constantemente. Obras como Flor de Mayo, Otoño, Coplas de Abril y La Quimera incluyen textos de poetas célebres como Amado Nervo, Fernando Paz Castillo, Morales Lara y su propio hermano, Rodolfo Moleiro.
Entre sus piezas corales más apreciadas se encuentran Compae Facundo, Allá va un encobijao, Rataplán—con su contrapunto influenciado por Bach, en ritmo de joropo—y la divertida canción El Perro. Estas composiciones muestran el ingenio de Moleiro en el uso de sonidos onomatopéyicos y ritmos que evocan al cuatro y las maracas, celebrando el folclore venezolano con sofisticación y humor.
Moleiro creía profundamente en el potencial artístico de la música popular, pero insistía en que era necesario ir más allá de la simple transcripción para lograr una expresión auténtica. Esta convicción está magníficamente representada en su célebre obra, Joropo (1940), que no solo adopta el nombre, sino también el espíritu del baile nacional venezolano.
A menudo describo al Joropo como “sol líquido”: una explosión de energía radiante que resuena especialmente en los climas fríos. La he interpretado en Europa, Egipto, India, Siria, Túnez, América Latina y Estados Unidos. Dondequiera que se escuche, la reacción es siempre la misma: alegría, calidez y asombro. Una reseña sobre mi grabación la describió como “el verdadero sabor del país en toda su colorida y exótica gloria”.
La vitalidad de esta obra es innegable. La escritura, acompañamiento de la mano izquierda es virtuosa e implacable, marca el pulso rítmico de la pieza. El tempo presto debe mantenerse constante, fiel a su carácter de danza. Tuve el honor de recibir orientaciones interpretativas directamente de Carmencita Moleiro, y esta edición incluye sus valiosas sugerencias—en especial, acentos sincopados que enriquecen el matiz rítmico.
Cuando interpreté el Joropo en vivo en la BBC World Service, la presentadora exclamó: “¡Vaya, si ese es el baile nacional, los venezolanos deben estar muy en forma!”
Su biógrafo, José Luis Ruggeri, profesor de filosofía en la Universidad Central de Venezuela (UCV), lo describió como “un hombre de estatura media (1,68 m), algo encorvado, de piel muy blanca, de pelo abundante blanquísimo, nariz aguileña—tiene algún parecido con Ravel— voz grave de barítono. Vestía siempre impecable, con chaleco y sombrero. Tocaba el piano casi permanentemente y fumaba sin cesar. A veces componía hasta la madrugada. Un gran conversador, no un teórico, lleno de anécdotas y observaciones espontáneas sobre la vida, Simón Bolívar y la música”. La poesía era importante para él, y a menudo recitaba versos de Neruda, Antonio Machado o Tagore. Incluso musicalizó el poema “Chanson d’automne” de Verlaine—curiosamente también puesto en música por Reynaldo Hahn, otro insigne compositor venezolano.
Moleiro solía decir que la composición no se podía enseñar realmente, y que la técnica pianística debía adaptarse a cada estudiante. “El alumno debe formarse con su propio criterio—él o ella conoce sus propias dificultades”, decía. Con humor, comentó una vez: “¡No sé si los Estudios de Chopin dan o quitan técnica!”
En 1938, Moleiro formó parte del Comité de Recepción de los restos de Teresa Carreño, que llegaron a La Guaira a bordo del Santa Paula. Su hija Teresita—la musa de su célebre vals (véase Volumen 5)—acompañó el viaje. Permaneció en el país un tiempo y realizó varias presentaciones junto a Moleiro, ella era pianista.
Ese mismo año, Arthur Rubinstein visitó Caracas. Al escuchar a Moleiro interpretar obras de Bach, Chopin, Liszt—y del propio Moleiro—quedó asombrado por su musicalidad. Le recomendó viajar a Europa para que desarrollara una carrera concertística. Sin embargo, Moleiro solo viajó al extranjero una vez: a Bruselas y a Madrid en 1960 pasando seis meses. Su música se escuchaba en emisoras como la BBC y la Radio de Viena, y el arpista español Nicanor Zabaleta realizó adaptaciones de sus sonatinas que interpretó a nivel mundial.
En 1953, compuso Estampas del llano, una obra profundamente expresiva que ganó el Premio Erard en Caracas. Refleja los contrastes de las estaciones venezolanas—sequía y lluviosa—a través de cuatro secciones que evocan el joropo, la danza, la tonada y la canción.
En Madrid, Moleiro conoció al compositor Joaquín Rodrigo y entabló amistad con el pianista Eduardo del Pueyo, a quien dedicó sus Dos Miniaturas (1962). Del Pueyo elogió la escritura por su colorido pentatónico, lirismo modal, gestos andaluces y uso expresivo de cuartas y quintas.
Playera, dedicada a su esposa, posee una atmósfera onírica, cantabile y serena, con el intervalo de tercera tan recurrente en muchas canciones populares venezolanas.
Si en la Parte 1 de esta serie predominaban las influencias barrocas, en estas obras posteriores se perciben ecos de Chopin, Ravel y Debussy, fusionados en una rica mezcla de impresionismo y romanticismo, todo dentro de un lenguaje nacionalista auténtico.
“Si no hubiera sido pianista, habría sido torero”, dijo alguna vez, recordando sus aventuras de joven en Zaraza y en Caracas cuando trabajó tocando piano en el Hotel Majestic, donde solía entretener a los toreros antes de las corridas. Su Serenata al estilo español refleja su admiración por la música de Isaac Albéniz.
El Estudio de Concierto, posteriormente titulado Danza Salvaje, presenta patrones rítmicos incisivos con posibles raíces afro-venezolanas, y recuerda el dramatismo de los scherzos de Chopin.
En total, Moleiro compuso trece canciones para voz y piano, diecisiete obras corales y treinta y siete piezas para piano (incluyendo los movimientos de sus suites).
En 1973, el Centro Cultural de Maracay publicó su obra musical completa, y ese mismo año se le rindió un gran homenaje en su ciudad natal. En 1974, recibió el Premio Nacional de Música.
Moisés Moleiro falleció en 1979, en su hogar en Caracas, rodeado de su amada familia.
Su legado se ve enriquecido enormemente con la publicación de sus obras pianísticas, gracias al generoso permiso de Carmencita Moleiro y a los esfuerzos de Clifton Edition.
Mi agradecimiento más profundo a mi madre, Julieta García Giovannetti, quien me presentó a Moisés Moleiro; a mi tío, el historiador especialista en los llanos venezolanos Adolfo Rodríguez Rodríguez, por compartir conmigo la historia de Zaraza y su gentilicio; y al nieto del maestro Moleiro, el cantante de ópera, barítono, Gaspar Colón Moleiro, por su valioso apoyo en la realización de este proyecto.
Para mí, es un verdadero honor tener la oportunidad de llevar la música y la personalidad de Moisés Moleiro a un amplio público interesado en descubrir éstas bellas obras para el piano.
Clara Rodríguez